La
música de Guatemala reúne en sí una amplia gama de estilos de distintas
proveniencias. A través de las diferentes etapas históricas se manifiesta una
riqueza musical y cultural de características muy propias y de validez
universal.
Música histórica
Época del Renacimiento
Guatemala fue una de las
primeras regiones del Nuevo Mundo en ser introducidas a la música europea, a
partir de 1524. Los misioneros y clérigos trajeron consigo un amplio repertorio
de cantos litúrgicos para las diferentes celebraciones del año católico. Tanto
en la primera catedral, consagrada en 1534 y reconstruida después del traslado
al Valle de Panchoy, como en las misiones de la Verapaz se cultivó el canto
gregoriano y el polifónico. La polifonía estaba a cargo del maestro de capilla,
de quien también se esperaba que contribuyera los trozos corales que fueran
necesarios. Entre los maestros de capilla, se destacaron durante el siglo XVI
tres compositores ibéricos que trabajaron en la catedral de Santiago de
Guatemala: Hernando Franco, Pedro Bermúdez y Gaspar Fernández. Todos ellos dejaron
composiciones de altísima calidad, contenidas en diversos manuscritos
eclesiásticos y destinadas principalmente a las liturgias de vísperas y de la
misa.
Época barroca
Durante el siglo XVII cambió
el gusto, dándose preferencia al género del villancico de maitines. Estas
composiciones, de estilo barroco, estaban escritas mayormente en castellano,
pero también en dialectos seudo africanos, gallegos, italianos o franceses, y
ocasionalmente en acentos indígenas guatemaltecos. Los más grandes compositores
en este género fueron Manuel José de Quirós y Rafael Antonio Castellanos. A
éste último correspondió encarar el traslado a la Nueva Guatemala de la
Asunción, a la cual llegó en noviembre de 1779. Entre sus coetáneos y alumnos
varios se destacaron como compositores, como Manuel Silvestre Pellegeros, Pedro
Antonio Rojas y Pedro Nolasco Estrada Aristondo.
Época clásica
José Eulalio Samayoa es el
compositor emblemático de esta orientación estilística. Fue uno de los primeros
compositores de las Américas, si no el primero, en abordar la composición del
género de la Sinfonía. De sus obras en este género nos han quedado tres: la
Séptima Sinfonía, así como la Sinfonía Cívica y la Sinfonía Histórica. También
escribió mucha música sacra en latín, así como villancicos en castellano. José
Escolástico Andrino también cultivó el género de la sinfonía y el villancico.
Otros compositores de esa época son Juan de Jesús Fernández y Remigio Calderón.
Romanticismo
La música sacra y el género de
la sinfonía después de Samayoa está representado por Indalecio Castro. Otras
tendencias musicales románticas están representadas por la música pianística,
la ópera, las bandas militares y el invento de la marimba cromática. La música
pianística obtuvo un gran impulso con el regreso de Europa de un grupo de
virtuosos, quienes también habían aprendido la composición musical: Herculano
Alvarado, Luis Felipe Arias, Julián González y Miguel Espinoza. La labor de
ellos sería continuada entrado el siglo XX por pianistas compositores como
Alfredo Wyld, Rafael Vásquez y Salvador Ley. El género de la ópera fue
introducido en Guatemala por Anselmo Sáenz y Benedicto Sáenz hijo, quienes de
esa manera abrieron las puertas a que se recibiera la frecuente visita de
compañías de ópera italianas, y a que se construyeran teatros para el efecto,
como el Teatro Colón, el Teatro Municipal de Quetzaltenango y el de
Totonicapán. Las bandas se desarrollaron principalmente gracias a la acción del
director prusiano Emilio Dressner, quien introdujo nuevas técnicas
instrumentales y una disciplina adecuada para el estudio y la interpretación
instrumental. Entre los compositores que fueron discípulos de Dressner se
destacaron Germán Alcántara, Rafael Álvarez Ovalle y Fabián Rodríguez.
La marimba cromática
Un paso fundamental fue el
invento en 1894 de la marimba de doble teclado o cromática, realizado en
Quetzaltenango por el compositor capitalino Julián Paniagua Martínez y el
constructor de marimbas quetzalteco Sebastián Hurtado. A partir de entonces fue
posible para las marimbas interpretar las piezas de música de salón en boga,
aprendiéndose valses, mazurcas, polkas, pasodobles y otras, de las cuales
también empezaron a componer los autores locales. Ente estos sobresalieron los
hermanos Bethancourt, representados por Domingo Bethancourt; los hermanos
Hurtado, en especial Rocael Hurtado; y los hermanos Eustorgio, Higinio y
Benedicto Ovalle; Wotzbelí Aguilar y Mariano Valverde, entre los integrantes de
numerosas marimbas que se formaron durante las primeras décadas del siglo XX.
Valoración de lo autóctono
La postura de interesarse por
la música autóctona y también por las temáticas literarias del pasado maya se
cristalizó en la actividad y obra de Jesús Castillo. Sus oberturas indígenas y
más tarde su ópera Quiché Vinak fueron fundamentales para establecer una
postura de apreciación y valoración de las herencias culturales guatemaltecas.
Su hermano Ricardo Castillo, compositor, quien tuvo la oportunidad de estudiar
en París, continuó con esta orientación, introduciendo a su música elementos
estilísticos del impresionismo y del neoclacisismo musicales. José Castañeda
fue otro compositor de esa generación en interesarse por el pasado maya, si
bien en sus composiciones instrumentales mantuvo una postura más bien
experimental, en tono con las tendencias más avanzadas de su tiempo. Una
influencia importante emanó del compositor austriaco Franz Ippisch, quien hizo
los primeros pasos hacia la valoración de la herencia musical histórica y
proporcionó recursos a varios jóvenes músicos de Guatemala. Entre los alumnos
de estos maestros varios se interesaron por seguir la misma corriente,
componiendo obras basadas en historias del Popol Vuh o en la temática del
Rabinal Achí. Esta postura valorativa se manifestó en diversos entornos
estilísticos, extendiéndose al ámbito de la marimba y de la composición
electroacústica a finales del siglo XX.
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